22 de enero de 2014

Flotando en la oscuridad

Se me han cruzado los cables. Mi estado de ánimo es soltero, mi estado civil muy jodido. Los fuelles y correas de mi cuerpo siguen tirando del animal racional que hemos acordado que existe; pero ya no me pesa, ya no se mueve. O se ha apaciguado o se ha muerto, pero ya no resuella. Yo lo que veo es que se quedaría todo el día flotando en la oscuridad, que me cuelga hacia arriba muy raro.
Con las historias pasa como con las sirenas de las ambulancias: lo peor es saber a dónde van. Qué puedo decir de nosotros. ¿Cojo mis tripas y me voy...? Ya llevo un mes vomitando braguitas muertas, sus encajes me arañan el estómago, la garganta; mi lengua pasada, todo lo que nos hemos dicho y lo que no.
Levanto la frente cada mañana y ahí está el mismo sol de siempre. Mi piel no se ajusta del todo bien a mi esqueleto, y todavía deja escapar algo de su calor en tonterías. Al fin y al cabo qué somos, un conglomerado de astillas. Así que el sol me anima, me devuelve un poco de todo lo que se me escapa sin querer. También por eso cuando estiro los brazos para abrazarte se me pone el rostro tirante y tengo que cerrar los ojos con fuerza para que vuelva a su sitio. No te confundas. Te quiero todo lo que puedo.
Intento estar contento. Reírme mucho, de todo. Suelo reír hasta que empiezo a toser. Pero para qué aclarar la voz, si la voz está para romperla. Eso por no hablar de los putos colores. El otro día me dio un ataque de granate y ahora hay un agujero en el tabique de mi cuarto. Supongo que podría dejarme allí un nudillo o dos y plantar un árbol de puñetazos y cagarme en la puta todas las noches mientras me duermo o finjo que me duermo, revolviéndome como un huracán enjaulado. Pero mi sudor, mi propia piel quiere ser afluente de otros cuerpos. Y no me deja. Tira de mí cuando me voy a ir flotando en la oscuridad.

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