15 de enero de 2014

Multicine A3

Qué bien me lo paso asomado a las ventanas, con medio cuerpo fuera. Las cornisas se inventaron para mi; como las sonrisas torcidas o el abecedario. Disfruto especialmente si fuera hace frío o si la ventana está alta, serán manías de exconvicto. Otras personas tienen sus coches, sus revistas; yo qué sé, no entiendo a la gente. Y hay quien, claro, no tiene nada.
Tampoco vamos a engañarnos, no he sido especialmente problemático. He sido más sectario que marginado, más imaginario que inaccesible. Siempre me gana la partida el adjetivo más abstracto, el más ruin.
Doy una calada y no sé por qué fumo. Doy otra calada y no sé por qué me escondo. Culebreo un poco, me seduzco, intento besarme. Te paso el cigarrillo: me aterra la luz de tu nevera. Pensar con tu voz, pensar con tu voz, pensar con tu voz. Para, para. ¿A quién besabas?
No me caben más pupilas en los ojos, ni más pulmones en el pecho. No puedo ver las cosas de otra manera, no puedo simplemente tener más fuerzas. No me cabes. No tengo sitio para nada más.
Ya no sé de qué va mi vida. Es como una de esas pelis que echan en la tres después de comer, que al final solo consiguen que te quedes dormido. Ahora abro los ojos un momento para escribir, desconecto de la ventana de tu piso de estudiantes donde me he quedado clavado: y mi vida sigue en anuncios. Me deprime y me aburre a partes iguales.

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