1 de noviembre de 2012

Aquelarre en tu cuerpo

Ávido de sendas
recorro tus trazos y tus selvas:
cartografío tus comisuras
con ímpetu de tormentas.

Tu figura desnuda 
contonea los caminos.

Hay picas con cabezas clavadas
que la tribu de tu carne
viste como abalorios
                            - ellos 
agitan palabras con cráneo y cabellos 
para que lluevas sobre mí.

Druidas enmascarados 
preparan pinturas,
embalsaman el suelo;
queman fuman trashuman
                               hierbas
en espíritus del bosque impío 
que eres tú.

Antes de ser sacrificadas,
autóctonas criaturas deformes y hermosas
me advirtieron sobre el peligro de explorar tus heridas.

Pero yo me hundo ufano en el ritual,
hago retumbar el manantial ocioso.

Una nube áspera cruza tu pupila,
araña el orbe nocturno
recreando estelas metálicas.

Tus párpados tapan el cielo como un pétalo irreductible
de niebla en escala de grises pedantes agrios floridos.

Hasta el granate líquido aflora de tus labios.

Es la señal que espero.

El grito estalla lleno de aliento,
hace cimbrear a dentelladas
el leve material
que es la vida.