16 de marzo de 2013

Impotencia

Está tarado este embajador del invierno
en el que me convierto,
castrado y ambicioso
que enseña ridículo el dedo índice
por la bragueta cuando pasan las niñas
camino del colegio
- ante el mundo una asombrosa
impotencia exuberante
y la risa de las niñas
como la risa de la muerte.

Y se me pudren los ojos y las orejas y el alma mía podrida por la risa de la muerte.

Eunuco espiritual qué enseñaré
por entre los huecos de toda ropa concebible,
por entre mis cuencas apagadas y ya ni azul es el cielo,
el cielo es del color de un brillante martirio
que golpea una y otra vez recordándome su credo, mi credo;
si ya mi alma está podrida y la devoran los astros, qué enseñaré:
se está quemando mi cuerpo en una estrella lejana y por eso brilla,
riendo una maravillosa maldición que disfrutan los enamorados.

Enseña y niega
enseña y niega
ausencia de pelotas
enseña y niega lo enseñado
no hay un cuerpo en el que refugiarse
solo una enciclopedia maldita para interpretar la risa
y quizás unas briznas de tabaco mojado en la bañera de un hotel
no hay pelotas ni cuerpo ni espíritu
todo se lo llevó la que se marchó creyendo saber
cómo se lo montan los poetas
.
.
.
y no sabía nada de los poetas.

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