Estira los brazos, que volarás,
tú que abarcas el mundo con el grito;
no me cabe hoy el aire en la materia
si no es para dártelo en la garganta.
Y rozarás el vientre con las nubes,
como un delfín de espuma ósea;
traes la piel colgando del cuerpo,
traes el alma agarrada por las orejas.
Naces frágil y temblorosa,
como si nada,
quitándote méritos.
Como si no me importara que
revientes en aristas, esquinas de luz
y sensación de vértigo.
De lo grande que eres me das miedo,
a mí que veo el mundo
como la pelotita azul de cuando era pequeño.
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