15 de noviembre de 2013

El contador

Hay un límite en el número de horas que un escritor puede pasar quejándose de que no puede escribir. Es un contador macabro, cada cual tiene el suyo, y no hay nada que puedas hacer para retrasarlo: cuando llega a cero, se acabó. No vale sacrificar una virgen ni donar dinero a la secta de moda. Se ilumina un cartel en alguna parte de tu cráneo, "no tienes pelotas para esto". Es algo que solamente tú puedes ver con claridad, y que los demás pueden reconocer vagamente porque apesta. Llegado ese momento, vale más dedicarse a cualquier otra cosa
Pues eso le ha pasado a nuestro pueblo. Pueblo cabrón, pueblo cobarde. Que ha sobrepasado el límite racional de tiempo que puede uno pasar quejándose sin hacer nada. Y algunos estamos hasta los huevos de aguantar estoicamente las súplicas de los demás, de ver babear a nuestros congéneres pidiendo algo que ya es tan suyo como la libertad. De esa mugre ruidosa que canta a la revolución en los bares y se reúne en manifestaciones legales donde todo el mundo piensa como ellos. ¿Es que nadie se da cuenta de que todo esto está programado? ¿Cuánto hace que nos abandonaron los sindicatos y los partidos?¿Cuándo ha dejado de ser la manifestación la fiesta del pueblo?¿Y yo qué propongo?
No tengo ni puta idea de a dónde vamos a ir a parar. Pero hemos fracasado como pueblo. Quizás algún día seamos unos grandes fabricantes de algo, y exportemos a todo el mundo. La Unión Europea nos verá como el tío medio tonto que salió del pueblo e hizo fortuna abriendo un bar. O quizás algún día lleguemos a ser una bonito perchero o un bonito mueble. O volvamos a ser el escenario de las pruebas armamentísticas de Estados Unidos y Afiliados. A mí personalmente me importa una mierda, pero de vez en cuando conviene recordar que los revolucionarios llevaron a cabo sus actos en unos días no tan diferentes a los nuestros: tanto ellos como nosotros llamamos a esos días hoy. Hoy no tolero otra subida en el precio del pan, voy a colgar a un par de reyes. Hoy no quiero coger más el coche, que se me está poniendo el culo gordo. Hoy no quiero volver a oír hablar dinero. Hoy he hecho algo para detener mi contador por un tiempo porque ya empezaba a apestar a autocompansión. Tomen nota, que ésta última va para examen.

No hay comentarios:

Publicar un comentario