"La
habitación de mi hotel está en un sexto piso. El piso más cotilla.
Ni muy alto para no ver nada, ni muy bajo como para exponerme a ser
descubierto. Desde la cama se ve la mesita de plástico blanco del
balcón, donde he plantado mi máquina de escribir, y eso es bueno,
porque me hace recordar por qué estoy aquí.
¿Sabes,
X? Te echo mucho de menos por aquí, cuando me acuerdo. Esta ciudad
es muy divertida, te lo pasarías muy bien. La gente se frota granos
de café en los labios para una tener una boca agradable; dan
muchas ganas de besarles, y son tan elegantes... Quieren mucho a sus
perros. Todo el mundo tiene uno o dos perros, que pasean siempre a
las siete de la mañana y a las siete de la tarde. A esas horas las
calles se llenan de paraguas y parasoles, porque no te lo he dicho,
pero aquí todos los perros son albinos y no les puede dar el sol.
Así que a las siete de la tarde siempre salgo al balcón con una
copa de ese vino tan bueno que me mandaste la última vez, y
contemplo toda esa marea multicolor que ladra y que ríe; y me
acuerdo de ti, y a veces también rio y a veces también ladro.
No
tardaré en volver, te lo prometo. Y entonces te llevaré
conmigo.
Sinceramente
tuyo.
Mr.Y''
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